Presente, pasado y futuro al mismo tiempo en una misma historia netamente panameña, esta obra del autor nos remonta a la época de los años ´40, en donde la inventora una de los personajes principales, y casi sumándole la mitad de años se sitúa el nacimiento de Medea.
Unos de los lugares más concurridos en Panamá es la gran terminal de transporte, donde se desarrolla la historia, una joven mujer pasa sus días sentada, observando los que van, los que vienen y los que esperan. Teniendo en sus manos una pequeña libreta donde anota sus vivencias en aquel lugar. Un día una viejesita camina directo hacia ella, se sienta y sin más le dice que necesita un favor de ella.
- Necesito una historia
-¿Sobre que trataría?
-Sobre una mujer - Bueno, no. No una mujer cualquiera, es mi historia. Necesito que inventes quien soy.
Y acarició mi mejilla con ternura, como si evocara un recuerdo intimo.
Esta anciana había perdido sus memorias, sus recuerdos y necesitaba que la inventaran, sin más acepto el desafió, por días se encontraron en la misma silla hasta que un día paso una mujer que conocía a la vieja y allí supieron su nombre Cristiana, rastreando la poca información que tenían llegaron donde la cieguita (otro personaje) quien proporcionando intriga a la historia pregunta la vida de la inventora.
Los años ´40, Arnulfo Arias Madrid, la zona del canal, la invasión, el Instituto Nacional y demás hechos, fechas, personajes de la historia, lugares son el conjunto que arma esta novela llena de intriga y suspenso. Con un lenguaje liviano, y una de las cosas que más me gusto fue el cambio de narrador con el que jugo el autor.
Un libro que nos enseña a liberarnos, a nunca dejar oculto en el pasado algo que somo en nuestro presente, el escritor derrama lírica y mujer, dolor en impotencia en cada página.
- ¿Ahora recuerdas?
- ¿Que si recuerdo? No, no recuerdo nada (ya te he dicho que no recuerdo nada). Recuerdo como si no recordara. Recuerdo el vació. Creo recordar, pero invento, la memoria es una libélula y no puedo atraparla. Allá va la libélula, mírala. Me esfuerzo, pero no depende de mí. Los recuerdo tienen vida propia.
Sigue mintiendo por favor.
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